viernes, 19 de noviembre de 2010

El Sable de San Martín


Cuando el Libertador don José de San Martín se enteró del bloqueo a los puertos de la Confederación, inmediatamente le escribió a Juan Manuel de Rosas ofreciendo sus servicios de militar, y cuando tuvo noticias de los acontecimientos de Obligado, realizó otro tanto con el General Guido inmortalizando la frase: "que los Argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca".

En marzo de 1849, Rosas contestó una carta al Libertador en los siguientes términos: "Nada he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención, que salvar el honor y dignidad de las repúblicas del Plata, y cuando más fuertes eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi decisión y constancia para preservar ilesos aquellos queridos ídolos de todo americano.

Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión y no he hecho más que imitarlo. Todos mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con los poderes interventores de un modo tal que, nuestra honra y la independencia de estos países, como de la América toda, queden enteramente salvos e incólumes".

San Martín, antes de fallecer en 1850, determinó como una de sus últimas voluntades que: "El sable, que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América de Sur, le será entregado al general de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarnos".

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