domingo, 29 de julio de 2012

Las Universidades del Conurbano aplastan por sí mismas los argumentos de Clarín


En el día de hoy, Clarín no sólo espantó a sus lectores desde la tapa con el título "Militancia todo terreno: Sacan a presos de la cárcel para actos del kirchnerismo", sino que en las hojas siguientes, se dedica a bastardear la puesta en funcionamiento de las nuevas Universidades en el Conurbano Bonaerense a partir de un informe muy traído de los pelos de su redactora María Eugenia Duffard (egresada de la Universidad de San Andrés, redactora en el bisemanario Perfil, semanario La Tecla y colaboraciones en distintos medios opositores).

En dicho informe, se sostiene que a las mismas "las conducen dirigentes vinculados al kirchnerismo con pocos pergaminos docentes y manejan fondos abultados", y sin sonrojarse ante tanta infamia, arremeten con que "las universidades impulsadas por el kirchnerismo recibieron del Estado hasta cinco veces más por estudiante que la UBA".

Como ciudadano de un distrito como Merlo, desde donde se ha trabajado por más de 12 años en concretar el anhelo de miles de familias que vieron postergadas sus sueños profesionales por generaciones, siento la responsabilidad democrática de señalar el significado político, social, cultural y educativo que tienen y tendrán estas universidades, como la nuestra, la Universidad Nacional del Oeste (UNO).

Cuando en una sociedad se efectúan cambios profundos, surge la preocupación esencial acerca de la continuidad de las transformaciones implantadas; en nuestro caso, se trata del avance de un modelo político y económico de desarrollo con inclusión social.
Los procesos de cambio que se hacen irreversibles son acontecimientos políticos, económicos y sociales de gran magnitud y complejidad; por eso, no se los puede suponer lineales ni simplificar las soluciones. Cuando las transformaciones se hacen en democracia, benefician a las mayorías y funcionan bien, es necesario consolidarlas con múltiples acciones convergentes, de tal modo que sea muy difícil volver atrás.

Uno de los ejes del modelo comenzado en 2003 es la inclusión social; para que ese principio básico de la convivencia sea realidad, debe distribuirse con equidad el conocimiento; ello implica una reasignación de poder y de recursos. El conocimiento, en el sentido de noción, ciencia y sabiduría que señala el diccionario, marcará en este siglo el grado de justicia, democracia y productividad que tendrán las sociedades. En el plano político, el conocimiento es un eje fundamental de la inclusión social; por el contrario, la ignorancia es la base de la exclusión y la dominación.

En este ámbito, los gobiernos de los Presidentes Néstor y Cristina Kirchner han dado dos pasos fundamentales. El primero es el programa Conectar igualdad, por el cual en el período 2010-2012 se entregarán netbooks a cada uno de los 3,5 millones de alumnos de la educación secundaria pública; así, cualquiera sea el nivel de ingresos de los alumnos, se reducen drásticamente las desigualdades en el acceso a la información y la cultura.

El segundo hecho es que en los últimos años - para ser más precisos, entre el año 2009 y el 2010 -, se crearon cinco universidades en el Segundo Cordón del Conurbano Bonaerense: la Universidad Nacional del Oeste (UNO), la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), la Universidad Nacional de Moreno (UNM), la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), la Universidad Nacional de Jose C. Páz (UNPAZ).


La zona de influencia de las universidades del Conurbano Bonaerense abarca 24 partidos (divisiones administrativas) con un total de 9,9 millones de habitantes. De ellos, 6,3 millones viven en los partidos sedes de las universidades. Pensemos en el significado social y político que tiene una apertura educativa y cultural de esa magnitud, que beneficia a grupos sociales que de hecho estaban excluidos de la enseñanza universitaria.

Hoy se asientan 12 nuevas universidades en esa geografía que hace poco más de 20 años no existían, con más de 130.000 alumnos que están en rápido crecimiento. En su casi totalidad, esos estudiantes pertenecen a familias que jamás habían llegado a la universidad. Este hecho constituye un acto trascendente de la democracia argentina. No basta con la democracia formal que asegura el derecho de voto, si en los hechos la mayoría de las funciones de decisión son ejercidas sólo por quienes tienen títulos universitarios o los suplen con fortuna personal. Con la democratización del acceso a las universidades, esa vía está ahora abierta a los grupos de ingresos bajos.

Más aún: se trata de lo que tal vez sea el corazón político de la Argentina; y sin embargo, la gran mayoría de sus habitantes no podían adquirir la calidad de profesionales, condición casi necesaria para participar en la conducción del gobierno y de las empresas. Para decenas de miles de jóvenes que viven en el conurbano les era imposible concurrir a las universidades de Buenos Aires o La Plata por los gastos que implica el cambio de domicilio o el traslado (viaje, alimentación, insumos). Se producía una segregación que generaba exclusión social, pues desembocaba en un dualismo social: universidad para los sectores medios y altos, y oficios para el resto.

Un grupo importante de políticos y educadores no está de acuerdo con la creación de nuevas universidades, y si ya fueron creadas procuran retacearle recursos. Su principal argumento es la preservación de la calidad educativa, que según ellos disminuirían si se crearan nuevas universidades, que absorberían recursos presupuestarios, que tampoco alcanzarían para las nuevas universidades. Este argumento no parece sólido. En primer lugar, se confunde la excelencia educativa (que se adquiere en el post-grado) con el acceso a las calificaciones profesionales (que es propia del grado). En cuanto a la calidad de la enseñanza, las universidades del conurbano la tienen hoy en grado igual o superior a las universidades tradicionales (entre otros motivos, porque las clases las dictan los profesores titulares y no los ayudantes de cátedra, como suele ocurrir en las universidades multitudinarias).


La mitad del presupuesto está concentrada en 7 universidades: Buenos Aires (19%), Córdoba y La Plata, 7% cada una, Rosario y Tucumán 5% cada una, Cuyo 4% y Litoral 3%. Las restantes 39 universidades se reparten la otra mitad, con un promedio del 1,28% cada una; dentro de ellas, las doce universidades del conurbano reciben el 6,7% del total de las universidades nacionales, con un promedio de 0,55% para cada una por lo que parece excesivo atribuirles un presunto deterioro de la calidad educativa.[1]

Quienes se oponen a la expansión de las universidades del conurbano responden a la vieja técnica de patear la escalera después que se trepó, para que los demás no puedan subir. En el plano profesional significa impedir que otros diplomados puedan competir (para peor de otro origen social) y acentúa la concentración del conocimiento en las zonas urbanas ricas.

Más deplorables aún son las consecuencias políticas: implica conservar los puestos directivos del gobierno y de las empresas para quienes disponen de ingresos medios y altos; las dificultades para acceder al conocimiento que sufren los jóvenes de bajos ingresos, les impiden el acceso a los ámbitos donde se adoptan las decisiones. De acuerdo con una definición clásica, “educar no es enseñarle a alguien algo que no sabía, sino hacer de él una persona que no existía” (John Ruskin) [2]. Pues bien, los jóvenes que estaban excluidos de la universidad por sus bajos ingresos o por su lejanía, cuando accedan a ella van a existir como profesionales capaces de elaborar sus posiciones y de asumir funciones de orientación y conducción en la sociedad.


“En conclusión, si la universidad es una institución política y la política argentina se caracteriza por la dependencia, la universidad no puede ser más que un reflejo en el plano cultural y científico de esa misma situación. Por lo tanto, la política no la introduce en la universidad el estudiante sino el régimen a través del contenido de la enseñanza, la formación ideológica de los profesores, etc., en consecuencia, aún bajo la forma de “apoliticismo” se esconde una política determinada, que facilita el mantenimiento del actual estado de cosas.

Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes, ni mártires. Cada lucha debe de empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”
Rodolfo Walsh

[1] Estimaciones del Presupuesto Universitario 2012, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación.
[2] John Ruskin ( Londres; 8/2/1819 - Brantwood; 20/1/ 1900)fue un escritor, crítico de arte y sociólogo británico, uno de los grandes maestros de la prosa inglesa. Influyó notablemente en Mahatma Gandhi. Abogó por un socialismo cristiano. 
* Alfredo y Eric Calcagno para Miradas al SUR http://sur.infonews.com/notas/las-universidades-del-conurbano-y-la-distribucion-del-conocimiento



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