jueves, 21 de marzo de 2013

Arturo Peña Lillo, librero de la Patria


El pasado 20 de marzo se cumplieron cuatro años de la partida de este gran patriota latinoamericano. Don Arturo Peña Lillo supo en carne propia lo que es comprometerse por una causa popular, por eso, durante toda la segunda mitad del Siglo XX se dedicó a publicar a todos los autores del Pensamiento Nacional. Desde este humilde blog, quiero rendir homenaje a su persona y ejemplo, un gran tipo que tuve la fortuna de entrevistar.

Había nacido el 30 de agosto de 1917 en Valparaíso, Chile, pero a los 2 años se mudó con su familia a la Argentina. Desde la década del 50 del siglo XX, Arturo Peña Lillo puso al servicio de los pensadores nacionales una plataforma de lanzamiento que con los años conformaría la ideología que hoy llamamos “pensamiento nacional”. Murió el 20 de marzo de 2009.

Durante toda su vida se dedicó, al frente de la editorial que lleva su apellido, a publicar textos que juzgaba esenciales para comprender la historia argentina. Fue mentor del campo intelectual argentino de la segunda mitad del siglo XX. Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, José María Rosa, Ernesto Palacio, Norberto Galasso, J. J. Hernández Arregui y Jorge Abelardo Ramos fueron algunos de los autores que encontraron en Arturo Peña Lillo el interés por difundir sus pensamientos que ningún otro editor profesaba.

Comenzó a editar junto a Del Giúdice en 1947, .Sus primeros textos fueron Instrucciones del Estanciero de José Hernández, textos de Atahualpa Yupanqui, y El idioma de los argentinos, por el cual Jorge Luis Borges cobró su primer dinero por derechos de autor.

Peña Lillo estuvo al frente de su propia editorial entre 1954 –cuando debutó con La historia de Argentina de Ernesto Palacio– y 1982. Editó unos 400 títulos y fue difusor insoslayable del pensamiento de una generación que intentó enfrentar a las fuerzas opresoras y reflejar una realidad nacional cada vez más influida por “lo extranjero”. Al mismo tiempo dio origen a algunas revistas que fueron tribuna y espacio libre para periodistas y políticos, como Cuestionario y Quehacer Nacional.

Su ingreso al mundo editorial

“Un día, en 1939, me vestí con carteles llenos de pensamientos. Aproveché, porque era una época de escritores muy petardistas, que gustaban de la frase “la historia se escribe con sangre” de Nietzsche. Me puse un sobretodo, salí a la calle y me lo saqué frente al diario Crítica para llamar la atención.

El segundo trabajo de Peña Lillo en su mundo fue una editorial francesa (Hachette) en la que también trabajaba Rodolfo Walsh. Permaneció en ella siete años y vio pasar, desde ahí, la revolución de junio de 1943, el 17 de octubre del 1945 y el ingreso de las masas obreras a la arena política argentina. Pero él estaba del lado de la Unión Democrática. “Viví el 17 de octubre ajeno al movimiento de masas que se estaba gestando. Yo era empleado de la editorial y estaba comunicado con una organización de editoriales de izquierda. Fue una desgracia la actitud del Partido Comunista, porque no nos orientaba, no nos decía la expresión popular que tenía el peronismo. Ellos decían que era la barbarie que había salido a la calle. El partido estaba completamente despistado ideológicamente”.


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